Contaminación lumínica
¿Qué es?
La contaminación lumínica no solo afecta al cielo
El uso de la Luz Artificial Durante la Noche (ALAN, por sus siglas en inglés) es ahora una tecnología insustituible para nuestra sociedad. Pero el uso de iluminación inadecuada genera un problema ambiental, la contaminación lumínica. Entre los problemas ambientales modernos, la contaminación lumínica, (entendida como la alteración del brillo natural del cielo debido a las fuentes de luz artificial) es el que más ha aumentado en los últimos tiempos.
La contaminación lumínica afecta a una gran cantidad de seres vivos
Aunque sus efectos están más presentes en áreas de mucha pobalación y países desarrollados, es sin duda un problema mundial muy grave: hoy en día, al menos el 60% de la población de la Tierra vive bajo cielos con contaminación lumínica y en Europa y EE.UU. la fracción aumenta hasta más del 80%. A pesar de la creciente conciencia social, los esfuerzos de la comunidad científica y las acciones de los ciudadanos para mitigar el problema, la contaminación lumínica sigue aumentando a un ritmo anual del 2%.
Son muchos y variados los efectos de la contaminación lumínica.
Ha sido un tema común en la astronomía durante mucho tiempo, donde la contaminación lumínica ya fue estudiada y tenida en cuenta en la segunda mitad del siglo XX a la hora de buscar nuevos emplazamientos para los observatorios astronómicos. Pero más allá del impacto en la observación del cielo nocturno estrellado (considerado un derecho inalienable de la humanidad en la Declaración de La Palma, 2007), la contaminación lumínica tiene muchos otros efectos.
Debido al uso cada vez mayor de ALAN, la distinción entre el día y la noche se vuelve borrosa, lo que perturba la sincronización entre los organismos y su entorno y altera los ritmos estacionales y circadianos. Esto puede resultar en cambios en la comunidad, cambios en las redes alimentarias y pérdida de biodiversidad.
En algunos vertebrados, incluidos los humanos, la disfunción de la producción de melatonina puede provocar depresión, causar problemas en el sistema cardiovascular y prolongar las conocidas como «enfermedades de la civilización».
Por último, pero no menos importante, la contaminación lumínica está relacionada con niveles de iluminación innecesarios, lo que provoca un desperdicio de energía, la cual se produce principalmente por la combustión de combustibles fósiles y, por lo tanto, agrava el cambio climático. Por ejemplo, en el periodo 1990-2015, el coste en electricidad del alumbrado público en España creció a un ritmo del 4%. Además, España es el país europeo con mayor consumo de iluminación por habitante, con un consumo energético total de 5,4 TWh/año y un coste de 950 millones de euros al año. Reducir y racionalizar este consumo cumple directamente con los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.